Parque José L Damas. UCV - Facultad de Agronomía

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sábado, 29 de septiembre de 2018

EL INDIVIDUO "XY" Y LO FEMENINO. Parte I

Julio Viera D
PREÁMBULO
Mi encuentro con la misoginia fue accidental. Yo andaba buscando una forma diferente de definir la genética para que los estudiantes entendieran mejor el objetivo del curso. Usualmente la definíamos como la rama de la biología que se encarga de explicar cómo se transmiten las características de los padres a la descendencia. 

En una revista de cultura general encontré una anécdota que se la atribuyen a un famoso dramaturgo irlandés, Bernard Show, en la cual, una también famosa bailarina, le propone, mediante una carta, la idea de tener un hijo que podría combinar la inteligencia de él con la belleza de ella. Él le responde que la idea le parece muy bonita pero que él teme que como la naturaleza es muy traicionera el muchacho pueda salir con la belleza de él y la inteligencia de ella. A Bernard Show se le atribuía la condición de misógino, algo que parece manifestarse en su obra más célebre, “Pigmalión”, en la cual se basa la película “My Fair Lady”, titulada en español “Mi Bella Dama”.

Esa anécdota resultó muy interesante para mí porque señalaba dos nuevas combinaciones de características en el posible descendiente: una “deseable”, la que ella esperaba, y una “no deseable”, la que él temía. De esta manera, yo podía ofrecer a los alumnos la definición siguiente: “la genética es la rama de la biología que permite explicar la recombinación fenotípica”. Los fenotipos son las características que se pueden observar en los individuos y las recombinaciones son las combinaciones nuevas que se pueden obtener en la descendencia. 

Aparte de que lo gracioso de la respuesta de él servía para que el estudiante fijara mejor el concepto de recombinación fenotípica, el punto central de nuestro curso; también me permitía adelantar la aplicación de la genética en la agricultura, “el mejoramiento genético”, que se podría definir como los métodos que se aplican para obtener recombinantes “deseables” en altas frecuencias.

INTRODUCCIÓN
Fuente: http://mitocondriacientifica.blogspot
Es muy conocido que, en los núcleos de las células humanas, existen 23 pares de cromosomas; a 22 pares se les llama autosomas (AA) y, al otro par, cromosomas sexuales (X e Y), los cuales permiten la diferenciación sexual: las hembras llevan dos X y los machos una X y una Y. El efecto de estos cromosomas se manifiesta en la aparición, particular para cada sexo, de las características primarias (vagina y ovarios en XX y pene y testículos en XY) y secundarias (pecho y glándulas mamarias en XX y pelo en el pecho y la cara en XY). Esta determinación cromosómica del sexo garantiza la distribución equitativa, 50% de XX y 50% de XY, de los sexos en las poblaciones humanas.

Antes de continuar, es conveniente definir algunas palabras, por ejemplo: feminidad o femineidad (cualidad de femenino), feminismo (movimiento que busca reconocimiento de derechos reservados a los hombres), gradiente (variación gradual de una condición), hombría (cualidad de hombre), masculinidad (cualidad de masculino), machismo (supuesta superioridad del hombre sobre la mujer), misandria (aversión hacia el hombre), misoginia (aversión hacia la mujer) y virilidad (cualidad de varón). 

Hablar de la masculinidad no es fácil, es más bien delicado, porque hay mucho varón que se puede molestar cuando se le señala que está haciendo algo que no le corresponde a su sexo. Hay mucho prejuicio sobre lo que es comportarse como un hombre macho. Esto es particularmente importante en la adolescencia, cuando las burlas son más comunes y pueden provocar dudas en los muchachos. En esos años todavía hay individuos (indecisos) que no han logrado definir su objeto sexual (OS), entendiendo por OS lo que produce excitación, deseo o ganas de aparearse. El OS es muy variable y ha sido motivo de estudio por las enfermedades (desviaciones) que puede generar. 

En el caso del individuo XY, lo normal (condición heterosexual) es que el OS sea la hembra (el individuo XX). Sin embargo, hay muchas desviaciones y una de ellas, la más común, es la homosexualidad. Esta condición se puede definir como la inclinación sexual de un XY por otro XY o de una XX por otra XX.

No obstante, la masculinidad no es una condición invariable, si consideramos que los elementos que la definen (como la valentía, la fuerza corporal, la palabra empeñada, la forma de hablar, los gestos, la capacidad para detener el llanto, el decir groserías, el gusto por películas de acción y la preferencia por algunos colores) son muy variables, la consecuencia inmediata será la observación de variaciones en esa condición. Entonces, en la vida diaria ya se pueden empezar a distinguir grados de masculinidad que nos daría una visión mundana de un gradiente de la masculinidad. Por ejemplo: algunos XY pretenden ser más machos porque desarrollan más musculatura o porque puedan pelear con cualquiera. Aunque no hay que olvidar que, al final, quienes deciden nuestra condición de hombre son las mujeres. Pobre de aquel que una mujer diga lo contrario, la raya probablemente será permanente.

Pero también hay una visión científica. Hay un insecto que ha sido muy utilizado en experimentos de genética, la mosca de las frutas (Drosophila melanogaster), entre cuyas ventajas están la fácil diferenciación de hembras y machos y el número pequeño de cromosomas (4 pares, uno de los cuales sirve para determinar el sexo, XX en hembras y XY en machos, y otros 3 pares que se denominan autosomas, AA). Morgan y sus colaboradores, en sus trabajos con este insecto, lograron desarrollar individuos con diferentes proporciones de cromosomas X y autosomas; por ejemplo: XXX/AA, XX/AAA, X/AA y X/AAA. Estas proporciones corresponden a los valores 1,5; 0,67; 0,5 y 0,33; respectivamente. De acuerdo con la apariencia de cada proporción, los individuos fueron llamados sucesivamente superhembra, intermedio, macho y supermacho. Ellos concluyeron que el sexo de estos animales lo determina el cromosoma X y al cromosoma Y le asignaron función reproductiva y presencia de algunas características masculinas. En una clase, un estudiante me preguntó si esto que observaron en Drosophila podría presentarse en humanos. Le respondí que el problema es lo difícil de lograr esas combinaciones de X y A y que en los pocos casos en los cuales han aparecido espontáneamente, como el Síndrome Klinefelter (XXY/AA) y el de Turner (X/AA), las apariencias eran de hombre (con algunos rasgos femeninos) y de mujer (sin las características primarias y secundarias), respectivamente. Lo primero que indican estas observaciones es que la función del cromosoma Y

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