Ariel Alvarez C
Debo comenzar, para tratar de minimizar los malos entendidos, definiendo adecuadamente algunos conceptos:
Aberración:
1. f. Grave error del entendimiento;
2. f. Acto o conducta depravados, perversos, o que se apartan de lo aceptado como lícito. (RAE).
Deporte:
1. m. Actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas.
2. m. Recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico, por lo común al aire libre.
Profesionalismo:
1. m. Cultivo o utilización de ciertas disciplinas, artes o deportes, como medio de lucro.
La principal motivación a la hora de acometer este escrito es que la profesionalización de la actividad deportiva se ha tomado como un ejemplo a seguir en la búsqueda de resolución económica de la vida y no como la aceptación de los valores de crecimiento y mejoramiento como persona que puede aportar el DEPORTE (escrito en mayúsculas para diferenciarlo del deporte rentado).
La actividad deportiva tiene, sin lugar a dudas, muchos beneficios tanto en el ámbito social como en el personal. Cuando se interpone el dinero ya la cuestión comienza a torcerse ya que se establece una priorización de la economía a las bondades natas del deporte como acción lúdica y de mejoramiento personal.
También se me ocurre que las actividades físicas que requieren entrenamiento (albañilería, conducción de vehículos o maquinaria, artesanía, etc.) y están sujetas a normas (principalmente de seguridad, legales y hasta éticas) pero que son definidas como trabajo manual y que son rentadas, no se diferencian mucho de la definición de la RAE del deporte profesional… lo que me lleva a una conclusión, tal vez ligera, de que se trata de influir socialmente en la práctica del deporte y para ello se usa el incentivo pecuniario que el deporte profesional y por otra parte igualmente me salta al entendimiento la idea de que el estamento que dirige el profesional deportivismo ha influido en la inclusión de estos términos confusos para beneficiarse de prebendas estatales especiales que no cobrarían si se catalogaran como espectáculos deportivos simplemente.
En conclusión y para no extenderme en exceso en el tema me parece prudente y necesario que el Estado trate el profesionalismo deportivo y el espectáculo deportivo como cualquier actividad económica y se incentive de manera más decidida y contundente la actividad deportiva sin fines de lucro, resaltando las innumerables facetas positivas que este tiene.
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