Ing° Agr° Pedro García M
¡¡¡BIENVENIDO EL ANO 2019!! Esperando
que nos traiga buenas noticias: la unión y la paz, que desde hace tiempo no
disfrutamos.
En esta primera entrega conversaré sobre un tema nada trivial, como la
música nos puede llevar directa o subliminalmente al erotismo.
Los griegos utilizaban la palabra “eros” para referirse a la pasión
aplicada al amor y al deseo de tipo sensual. El erotismo suele verse abordado
en combinación con la libido; sin embargo, existe una especie de oposición
entre el amor erótico respecto al amor que se considera marcado por el
romanticismo, aquel que tiene que ver con los sentimientos, con lo profundo del
alma, lo que va más allá del mero aspecto físico; pero, al final, el erotismo
se hace presente pues el amor sentimental también da paso al deseo carnal, a la
pasión física.
Cuando hablamos de erotismo también estamos haciendo referencia a lo que
es la exaltación del amor físico en el ámbito artístico, ya sea literatura,
cine, teatro, pintura o escultura y en la música. El ser humano primitivo fue
consciente muy pronto del poder de la música utilizándola para expresarse en
sus rituales mágicos, como invocación de lluvia, caza y la fertilidad. Hay
mucha música en la edad media y renacimiento con un alto contenido erótico y
sensual, pero la ornamentación, la imaginación y la libertad caprichosa de los
compositores, hacen que la música barroca esté llena de frescura y encontremos
constantemente alusiones a los placeres más exquisitos.
El ritmo es el elemento primigenio y el más básico de la música, el que
conecta más rápido con el sexo a nivel animal, saltándose cualquier
consideración intelectual. En todo el continente africano hay innumerables
pueblos que expresan su creatividad musical a través del ritmo y conectan con
el erotismo a un nivel totalmente físico, casi instintivo. Esta herencia
rítmica del continente africano viajó a través de la esclavitud al continente
americano en los siglos XVIII y XIX encontrando nuevas formas como la música
cubana y la brasileña. En el caso de Brasil, es obvia la conexión entre la
Samba y el erotismo a un nivel absolutamente físico.
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El bolero, por su parte, representa un género de música popular muy
cargado de erotismo, no solo en la lírica de las canciones, sino en la
exquisita e insinuante forma de bailarlo, cuerpos muy cercas, conversaciones y,
en algunos casos, insinuaciones que navegan en una intimidad cómplice, aunque
estés en una sala de baile con otras parejas. Posiblemente para muchos la
música afrocaribeña amalgamada en lo que se conoce como” salsa” es un género
bien representativo del erotismo; en efecto, no hay nada más sensual que el
movimiento de caderas de una buena bailadora o el placer de bailar con ella y
que responda inmediatamente cada vez que la llevas a tu antojo con suaves
toques en su cintura.
El Bossa Nova fusiona una música sofisticada de ricas y complejas armonías
y ritmos ondulantes con unas letras cálidas que tienen como referente al “Amor”
en la mayoría de las ocasiones y no es expresión de ningún estamento social
oprimido tal como ocurre con el flamenco o el blues. El Bossa Nova habla de luz
y sensualidad.
Las raíces rítmicas africanas también encontraron tierra fértil en
Norteamérica, dando origen al Blues cuya evolución hacia el lenguaje del jazz,
el cual sofisticó la expresión haciendo el mensaje de la sensualidad más
refinado. Se han compuesto innumerables canciones de temática amorosa que,
gracias al jazz, adquirieron una dimensión de lo más sugerente. En el lado
masculino, el jazz vocal siempre ha tenido menos representantes que en el
femenino, sin embargo, Frank Sinatra, a pesar de no ser un cantante de jazz, es
un genuino representante del erotismo en la música. El jazz simbolizará el
erotismo masculino más claramente en un instrumento, el “saxo”. La similitud
entre los términos “sexo” y “saxo”, ha contribuido sin duda a darle ese matiz.
No hay nada más sensualmente sugerente que un tórrido “saxo tenor” para
terminar de enmarcar una escena de cama en el cine. El “Funk” debe su nombre a
un término slam que significa “el olor del sudor negro”. Con este precedente,
es obvio que esta música tiene una marcada inspiración física. Si hay alguien
que ilustra este significado a la perfección, es James Brown y su “Sex
Machine”.
La música es más que sonidos y silencios. La mejor comprobación es poder
explorar la relación de la música con el erotismo. En ese amalgamiento no
quedan dudas de que la música va más allá del fenómeno auditivo. Si la música
es mucho más que lo sonoro significante, el erotismo es mucho más que la
sexualidad. La música cumple un rol diferente en las situaciones eróticas según
cada cultura. En algunas es fondo de una situación erótica, en otras funciona
como inspirador al erotismo de una pareja, y como estimulante en fiestas
colectivas. Incluso la música puede aludir a situaciones eróticas. En Nueva
Guinea, se describen intervenciones musicales en ritos de iniciación sexual. En
la cultura hindú se prescribe el uso de determinada música para estimular la
sensualidad; por ejemplo, en el Kama-Sutra se aconseja a las mujeres el
conocimiento del canto, de la música instrumental, de la danza y la unión de la
danza; también en el baño, en los primeros contactos íntimos. En la cultura
japonesa existe una música específicamente erótica que es parte del rito
amoroso, buscando el estímulo auditivo para sumarlo al conjunto de los
estímulos sensoriales en el encuentro sensual. En Grecia y Roma, los músicos
eran participantes necesarios tanto en los encuentros individuales como en las
fiestas en honor a Eros y Baco. En la cultura griega el uso de los distintos
“modos”, los tipos de escalas musicales utilizadas, llevaban a contemplar cómo
cada uno incitaba a diferentes estados de ánimo. Uno de ellos, “el frigio”,
estimulaba el erotismo y era el utilizado en dichos encuentros.
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Muchas creaciones populares más cercanas en el tiempo tienen la marca
del erotismo. La música popular comienza a ser llamada “música ligera”, como
opuesta a una supuesta “música seria”, una descalificación del siglo pasado
donde se la acusaba por su sencillez y su objetivo de incitar meramente a la
sensualidad de los oyentes. Pueden encontrarse distintas situaciones de música
y erotismo en los movimientos de Sandro, en el sonido del saxo del Gato
Barbieri, en un dulce bolero, en Joe Cocker cantando la canción que acompaña el
striptease que Kim Basinger hace en Nueve Semanas y Media. También en las
desaparecidas discotecas casi a oscuras con un baile hipnótico.
Componer, interpretar, bailar y escuchar música son actos eróticos de
naturaleza simultáneamente espiritual, intelectual y acústica. Cada pieza tiene
el poder de sincronizarnos con aquello que se evoca, por eso es tan importante
elegir qué vamos a escuchar para escucharlo también con la piel y las entrañas,
con la mente compartida, con el alma. La ciencia ha confirmado que escuchar
música aporta el mismo placer que el sexo; pero, también ha volcado sus
investigaciones en el efecto biológico que tiene cada tipo de música en el
cuerpo y cómo estas vibraciones que llegan al cerebro alteran la química mental
y generan un cambio en la manera en que reaccionas a los estímulos de la
experiencia sexual. El hecho de que reaccionemos a la música es cuestión de
evolución, ya que no existe cultura alguna en la historia que no posea algún
tipo de tradición musical, pero lo que los investigadores no habían descubierto
sino hasta épocas recientes, es que el efecto placentero que causa la música se
debe a la liberación natural de opioides que producen la misma sensación de
recompensa y emociones positivas que el orgasmo.
No todos los géneros musicales son iguales, por lo que cada uno aportará
diferentes beneficios para que tengas experiencias únicas cuando los escuches
mientras tienes sexo. El Pop es un género de música bastante homogéneo, es
precisamente esa cualidad lo que lo hace tan exitoso, fácil de entender y, en
general, agradable al oído; sus fanáticos son creativos y extrovertidos, pero
no muy relajados, así que puede ser el género ideal para acompañar un “rapidín”
o probar con nuevas posiciones. Jazz y blues son dos géneros ideales para
ambientes relajados, sociables y novedosos, por lo que pueden conformar el
soundtrack de “tu primera vez”. Sus notas imprevistas pueden fomentar una
sensación de novedad, cercanía, ambiente sexy y menor presión durante la faena.
La música clásica, por su parte, provoca sensaciones de alta autoestima,
creatividad y relajación; su naturaleza elegante puede crear una experiencia
muy sensual, perfecta para los juegos previos ricos en provocaciones o
inspirador de sesiones intensas de sexo.
No subestimemos la música, es un arte que afecta mucho nuestra conducta
y nuestro estado de ánimo en diferentes situaciones de nuestra cotidianidad.
Hasta la próxima, voy a ver con quien bailo un bolerito
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