Ing° Agr° Pedro García M
En esta nueva entrega, post 50 aniversario, vamos a conversar sobre un tema muy común y de vieja data. Como agrónomos tenemos la noble misión de producir alimentos, los cuales son luego transformados, gracias a la gastronomía, en exquisitos platos, tanto lujosos y costosos como típicos de todos las culturas y pueblos del mundo. En esta oportunidad, nos referiremos a la estrecha y, para algunas personas, inconsciente relación entre la música y las comidas.
La música ha sido llevada a la mesa desde tiempos remotos. Compositores clásicos pensaron en ello y nos legaron piezas magistrales. En el léxico musical está incluido un género conocido como “música de mesa”, concebido especialmente para ser interpretado como música de fondo durante una comida o un banquete.
Siempre se ha comentado la relación existente entre los animales y la música y como ésta estimula, por ejemplo, la producción de leche en el ganado vacuno cuando es expuesto a oír música. Asumo que nuestros “cantos de ordeño”, en el llano venezolano, tienen el mismo efecto.
Muchos expertos han realizado estudios para medir los efectos de la música estimulante en los animales; pero, no tanto en torno a las plantas, ya que algunos se muestran escépticos respecto a ello y consideran que las plantas carecen de órganos auditivos y sistema nervioso. Uno de los primeros experimentos con las plantas y su relación con la música se realizó en 1973, promovido por la investigadora Dorothy Retallack, de la Universidad de Denver, quien investigó con una variedad de estilos de música. Las plantas se inclinaron apartándose de Led Zeppelin y Jimi Hendrix, pero parecían apreciar el jazz y la música de órgano de Bach. Hay personas que sostienen que poner música clásica a las plantas puede incrementar su crecimiento, es lo que se llama “Efecto Mozart”.
En el año 2001, el amante de la música Carlo Cignozzi utilizó altavoces a lo largo de sus viñedos toscanos conocidos como Il Paradiso di Frassina y les reprodujo, por 24 horas al día, una selección de música clásica, incluyendo a Mozart, y notó que estos parecían madurar más rápido. Cignozzi dijo que los viñedos más cercanos a los parlantes maduraron más rápido e insistió en reproducir música clásica. En 2006, un equipo de investigación de la Universidad de Florencia amplió la investigación y concluyó que, debido al sonido, los viñedos maduraron más rápido que los no expuestos a la música.
En el hombre, efectivamente, la música de fondo influye en su estado anímico y en la percepción de los olores y sabores; la música tiene un efecto estimulante a la hora de degustar una comida. La música de cada país hace que sus recetas típicas mejoren o, al menos, sepan mejor a los comensales. La música nos provoca un montón de sensaciones y esto lo saben bien los expertos en marketing, quienes seleccionan cuidadosamente las melodías que sonarán en el centro comercial para animarnos a comprar más.
Según el psicólogo Charles Spence, de la Universidad de Oxford, quien ha estudiado los efectos de la música sobre la degustación de la comida, los sonidos agudos mejoran la percepción de los dulces y los sonidos graves realzan el sabor amargo de los alimentos. Escuchar música de Puccini hace que la pasta sepa más auténtica, mientras que la paella gusta más cuando los comensales están escuchando flamenco. Cada tipo de comida debe acompañarse con un estilo musical muy concreto. Para la comida china, lo mejor es escuchar pop, nada que ver con Pavarotti, cuyas óperas harán que degustemos, por todo lo alto, un buen plato de pasta italiana. Gracias al jazz de Sinatra, el sushi nos sabrá mucho mejor. El picante se lleva bien con el Rock and Roll ya que esta música nos mantiene más alerta, más enganchado, haciendo que se aprecie más el sabor del picante.
La Universidad de Arkansas hizo un estudio en un restaurante, en el que utilizó cuatro géneros distintos de música —jazz, hip hop, rock y clásica— y varios tipos de alimentos. Los resultados mostraron que los comensales tenían más hambre al escuchar jazz y menos al escuchar hip hop. Los comensales se alegran cuando escuchan música de ritmos armoniosos y eso hace que el apetito crezca, dijo Thomas Hummel, uno de los científicos involucrados. Existen evidencias que sugieren que el sonido del piano combina perfectamente con frutas como el albaricoque, la frambuesa y la mora, probablemente porque son dulces.
La música afecta notablemente a tu cerebro, llega a afectar a aspectos tan comunes y triviales como el sabor de tu comida Lo que comemos nos puede gustar más o menos dependiendo de la música que estés escuchando en ese momento. Y es que, aunque no lo parezca, saboreamos con el cerebro, no con la boca. La lengua es sólo la puerta de entrada y el cerebro el que interpreta los sabores. Respecto al tempo, si la música tiene un ritmo acelerado hace que los aromas y sabores desaparezcan antes de nuestra boca, mientras que la música relajada provoca que las sensaciones de los sabores duren más tiempo. Cuando comemos o escuchamos música liberamos dopamina, serotonina y endorfinas entre otras sustancias. Estas hormonas tienen en común la regularización de los estados de ánimo, algo fundamental para activar las ganas de comprar y consumir. Las investigaciones también han encontrado que reproducir música clásica u ópera mientras se bebe vino consigue que el público crea que el producto es más caro y tiene mejor sabor, la música lenta puede favorecer que los aromas duren más en la boca. Cuanto más te guste la música, más te gustará lo que estés probando. La idea es que nosotros transferimos lo que sentimos con la música a lo que pensamos sobre la comida y la bebida, es decir, combinar la música adecuada con la comida correcta.
No me imagino a un venezolano comiendo cachapas escuchando una fuga de Bach en lugar de un joropo, tampoco a un colombiano comiéndose una Sobrebarriga escuchando el concierto en Do menor de Beethoven en lugar de una cumbia. Bueno los dejo, voy a escuchar las Cuatro Estaciones de Vivaldi mientras saboreo un sabroso mondongo viendo el mundial de futbol.
¡¡¡Hasta la próxima!!!
Excelente como todo lo que escribes mi querido Pedrito. Estaba degustando un rico trozo de torta de meriendita, de los mejores del mundo como sólo lo prepara mi Mami, y con solo leerte, me transporté inmediatamente a Austria, donde preparan unos deliciosos postres. Felicidades por tan excelente artículo y por educarnos cada día más con tus conocimientos musicales. Lo único que no me cuadró mucho fue tu selección de comida y música, pero si me sacó ina buena carcajada. Saludos y un gran abrazo.
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