Parque José L Damas. UCV - Facultad de Agronomía

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jueves, 5 de julio de 2018

El Corocillo Año 6 N° 7 Julio

Como siempre, el boletín presenta su Editorial, en el cual nuestro condiscípulo Héctor Herrera H., introduce, para su discusión, un interesante tema relacionado con la efectividad de los profesionales de la Ingeniería Agronómica en aspectos tan vitales como el abastecimiento, seguridad y soberanía alimentaria; en las Efemérides de Julio, nuestro condiscípulo Carlos Agudelo L., presenta algunos de los eventos relevantes, cada vez más contemporáneos, ocurridos en dicho mes; en Nuestro Frutos, destacamos actuaciones destacadas de nuestros descendientes, en lo académico, deportivo, social, etc. Nuevamente, nuestro colega y amigo Rafael Benítez L., colabora con un artículo que denominó La Chinche Rosa, en el cual narra como, tratando de superar la "fatiga general" que se propagó dentro del equipo responsable del periódico muralla La Chinche Roja, de muy grata recordación, solicitó ayuda a otro grupo de compañeros; pero, como era de esperarse, el tratamiento que este grupo le dio a los temas publicados fue tildado de excesivamente blando o muy diplomático, "ROSA", por los promotores originales de la "La Chinche Roja", quienes recuperaron con premura el control del mural y el tratamiento rígido y "urticante" contra los adversarios y ciertos factores de poder en aquellos tiempos. Por su parte, nuestro colega y amigo Pedro García M, en su columna: En Una Nota, en esta oportunidad, nos deleita con un tema que no deja de ser controversial: “… la estrecha y, para algunas personas, inconsciente relación entre la música y las comidas…”, con el sano propósito de que al finalizar su lectura, estaremos en capacidad de “… escuchar las Cuatro Estaciones de Vivaldi mientras saboreamos un sabroso mondongo viendo el mundial de futbol.”. Por último, todavía en la post-celebración de nuestro 50° Aniversario de graduados, la columna 50 Años en unas Cuantas Fotos, en la cual, como su nombre lo indica, presentamos, en imágenes tomadas en diferentes fechas, parte de esa historia que tratamos de recordar y contar en cada uno de nuestros boletines. 

El boletín está disponible en:aquí

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La Chinche Rosa

Ing° Agr° Rafael Benitez L
Si..., efectivamente, hubo una vez una "CHINCHE ROSA". Pero, no podría desarrollar esta breve reseña sin antes hacer legítima alusión, a la reciente celebración del Cincuentenario de la Promoción de Ingenieros Agrónomos "José L Damas", de la Facultad de Agronomía de nuestra memorable Alma Mater, la Universidad Central de Venezuela, a cuyos actos centrales fui amablemente convidado.

Tal circunstancia me dio la formidable oportunidad de disfrutar con evidente satisfacción, del ambiente festivo derivado del reencuentro con antiguos condiscípulos y colegas, con quienes no compartía por muy largo tiempo; en el cual, en esta edad de retiro obligado, me vi prácticamente conducido sobre una suerte de montaña rusa de gratas emociones y sentimientos encontrados; que, a pesar del esfuerzo, me eran realmente difíciles de ocultar, sobre todo cuando la agrupación coral invitada, finalizó los actos protocolares interpretando las estrofas del glorioso himno de "LA CASA QUE VENCE LAS SOMBRAS"; lo cual, con seguridad, a toda la audiencia conmovió.

Bajo tales circunstancias, particularmente a mí, acudieron un sinnúmero de recuerdos; entre ellos destaca aquel que trae a mi memoria el restringido ceremonial, de escasa solemnidad, que rodeó mi acto de graduación, efectuado fuera del recinto universitario sin la tradicional participación del Orfeón, por la inestabilidad política que afectaba la UCV en aquellos momentos, como secuela de la extensa intervención gubernamental a finales de la década de los años sesenta.

Todavía con hondo pesar, en ese momento, rememoramos también la tragedia de "Las Azores", donde desapareció gran parte del tan extraordinario y familiar coro de voces universitarias; cruel noticia que, como a toda Venezuela, nos dejó ingratamente impresionados, y que captara inesperadamente en la radio (con fondo del himno de la UCV), muy temprano en la mañana del 3 de septiembre de 1976, en compañía de mi esposa Irma†, en la hacienda en campos larenses cercanos a Carora, donde laboraba para aquel entonces.

Ya en casa, agotado después de tan estupenda jornada de festejos, reflexionando y recapitulando sobre lo vivido recientemente, me vino a la mente una frase propia de un autor latinoamericano, que más o menos dice: "El secreto del disfrute de una vejez tranquila y feliz, no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad y con los recuerdos, donde se ignoran los espejismos de la nostalgia que nos hace presa fácil de la cruel realidad".

Retornando al título original de esta crónica, que no es consecuencia de una confusión o desliz gramatical, insistimos que en cierta oportunidad apareció publicada una "CHINCHE ROSA" y no "ROJA", producto de una situación singular de "fatiga general" que se propagó dentro del equipo responsable del periódico mural, que retrasaba la publicación de un nuevo número y amenazaba con una eventual desaparición del medio de comunicación; por lo cual asumimos la responsabilidad personal de editarlo, acudiendo a la colaboración desinteresada de estudiantes regularmente no involucrados en tales oficios; entre ellos, mis compañeros de la residencia estudiantil de la "Ayacucho Norte número 57" encabezados por Julio "Coporo" Molina, acompañados excepcionalmente por estudiantes del grupo del "Clan", integrado fundamentalmente por Silvia, América, Miriana† y Esperancita†, entre otros.

El contenido de tan novedosa edición del periódico, es ya imposible de precisar; pero alcanzo a recordar que el resultado de tal experiencia fue indudablemente satisfactorio. Sin embargo, como era de esperarse, el tratamiento dado a la dirigencia estudiantil, profesores y políticos, no afectos a los promotores originales de la "LA CHINCHE", fue tildado de excesivamente blando o muy diplomático, comedido o "ROSA". Por lo tanto, los responsables directos del periódico recuperaron con premura el control del mismo, retomando el tratamiento rígido y "urticante" contra adversarios y ciertos factores de poder en aquellos tiempos.

Es justo mencionar en esta oportunidad, que se cumple en estos días un aniversario más de la sensible desaparición de nuestro compañero de estudios Héctor Serrano Dávila†, mejor conocido como "Cara e' Caballo", consecuente colaborador de la "CHINCHE ROJA", y quien era un notable artista autodidacta en lo que a diseño, dibujo y fotomontaje se refiere. Nacido en "El Guarataro", en la parroquia San Juan de Caracas (al igual que nuestros insignes poetas y humoristas Aquiles y Aníbal Nazoa), y egresado del liceo Caracas, estuvo un buen rato entre nosotros en la Facultad de Agronomía, donde compartió habitación con Douglas "Gordo" Figueroa en la Residencia Estudiantil de O.B.E, dentro del Campus de la UCV Maracay

miércoles, 4 de julio de 2018

EN UNA NOTA: La Música y la Comida:

Ing° Agr° Pedro García M
En esta nueva entrega, post 50 aniversario, vamos a conversar sobre un tema muy común y de vieja data. Como agrónomos tenemos la noble misión de producir alimentos, los cuales son luego transformados, gracias a la gastronomía, en exquisitos platos, tanto lujosos y costosos como típicos de todos las culturas y pueblos del mundo. En esta oportunidad, nos referiremos a la estrecha y, para algunas personas, inconsciente relación entre la música y las comidas.
La música ha sido llevada a la mesa desde tiempos remotos. Compositores clásicos pensaron en ello y nos legaron piezas magistrales. En el léxico musical está incluido un género conocido como “música de mesa”, concebido especialmente para ser interpretado como música de fondo durante una comida o un banquete.

Siempre se ha comentado la relación existente entre los animales y la música y como ésta estimula, por ejemplo, la producción de leche en el ganado vacuno cuando es expuesto a oír música. Asumo que nuestros “cantos de ordeño”, en el llano venezolano, tienen el mismo efecto. 

Muchos expertos han realizado estudios para medir los efectos de la música estimulante en los animales; pero, no tanto en torno a las plantas, ya que algunos se muestran escépticos respecto a ello y consideran que las plantas carecen de órganos auditivos y sistema nervioso. Uno de los primeros experimentos con las plantas y su relación con la música se realizó en 1973, promovido por la investigadora Dorothy Retallack, de la Universidad de Denver, quien investigó con una variedad de estilos de música. Las plantas se inclinaron apartándose de Led Zeppelin y Jimi Hendrix, pero parecían apreciar el jazz y la música de órgano de Bach. Hay personas que sostienen que poner música clásica a las plantas puede incrementar su crecimiento, es lo que se llama “Efecto Mozart”. 

En el año 2001, el amante de la música Carlo Cignozzi utilizó altavoces a lo largo de sus viñedos toscanos conocidos como Il Paradiso di Frassina y les reprodujo, por 24 horas al día, una selección de música clásica, incluyendo a Mozart, y notó que estos parecían madurar más rápido. Cignozzi dijo que los viñedos más cercanos a los parlantes maduraron más rápido e insistió en reproducir música clásica. En 2006, un equipo de investigación de la Universidad de Florencia amplió la investigación y concluyó que, debido al sonido, los viñedos maduraron más rápido que los no expuestos a la música.

En el hombre, efectivamente, la música de fondo influye en su estado anímico y en la percepción de los olores y sabores; la música tiene un efecto estimulante a la hora de degustar una comida. La música de cada país hace que sus recetas típicas mejoren o, al menos, sepan mejor a los comensales. La música nos provoca un montón de sensaciones y esto lo saben bien los expertos en marketing, quienes seleccionan cuidadosamente las melodías que sonarán en el centro comercial para animarnos a comprar más. 

Según el psicólogo Charles Spence, de la Universidad de Oxford, quien ha estudiado los efectos de la música sobre la degustación de la comida, los sonidos agudos mejoran la percepción de los dulces y los sonidos graves realzan el sabor amargo de los alimentos. Escuchar música de Puccini hace que la pasta sepa más auténtica, mientras que la paella gusta más cuando los comensales están escuchando flamenco. Cada tipo de comida debe acompañarse con un estilo musical muy concreto. Para la comida china, lo mejor es escuchar pop, nada que ver con Pavarotti, cuyas óperas harán que degustemos, por todo lo alto, un buen plato de pasta italiana. Gracias al jazz de Sinatra, el sushi nos sabrá mucho mejor. El picante se lleva bien con el Rock and Roll ya que esta música nos mantiene más alerta, más enganchado, haciendo que se aprecie más el sabor del picante. 

La Universidad de Arkansas hizo un estudio en un restaurante, en el que utilizó cuatro géneros distintos de música —jazz, hip hop, rock y clásica— y varios tipos de alimentos. Los resultados mostraron que los comensales tenían más hambre al escuchar jazz y menos al escuchar hip hop. Los comensales se alegran cuando escuchan música de ritmos armoniosos y eso hace que el apetito crezca, dijo Thomas Hummel, uno de los científicos involucrados. Existen evidencias que sugieren que el sonido del piano combina perfectamente con frutas como el albaricoque, la frambuesa y la mora, probablemente porque son dulces.

La música afecta notablemente a tu cerebro, llega a afectar a aspectos tan comunes y triviales como el sabor de tu comida Lo que comemos nos puede gustar más o menos dependiendo de la música que estés escuchando en ese momento. Y es que, aunque no lo parezca, saboreamos con el cerebro, no con la boca. La lengua es sólo la puerta de entrada y el cerebro el que interpreta los sabores. Respecto al tempo, si la música tiene un ritmo acelerado hace que los aromas y sabores desaparezcan antes de nuestra boca, mientras que la música relajada provoca que las sensaciones de los sabores duren más tiempo. Cuando comemos o escuchamos música liberamos dopamina, serotonina y endorfinas entre otras sustancias. Estas hormonas tienen en común la regularización de los estados de ánimo, algo fundamental para activar las ganas de comprar y consumir. Las investigaciones también han encontrado que reproducir música clásica u ópera mientras se bebe vino consigue que el público crea que el producto es más caro y tiene mejor sabor, la música lenta puede favorecer que los aromas duren más en la boca. Cuanto más te guste la música, más te gustará lo que estés probando. La idea es que nosotros transferimos lo que sentimos con la música a lo que pensamos sobre la comida y la bebida, es decir, combinar la música adecuada con la comida correcta. 

No me imagino a un venezolano comiendo cachapas escuchando una fuga de Bach en lugar de un joropo, tampoco a un colombiano comiéndose una Sobrebarriga escuchando el concierto en Do menor de Beethoven en lugar de una cumbia. Bueno los dejo, voy a escuchar las Cuatro Estaciones de Vivaldi mientras saboreo un sabroso mondongo viendo el mundial de futbol.

¡¡¡Hasta la próxima!!!