Parque José L Damas. UCV - Facultad de Agronomía

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viernes, 2 de junio de 2017

SEGUNDO Y SU ANECDOTARIO

Ing° Adalberto Gabaldón Azuaje

Segundo Barroeta acaba de publicar su libro “Personajes Trujillanos a través de la Anécdota”. Lo festejamos en un grato acto celebrado en el Colegio de Ingenieros y promovido por ACITRUJILLO quienes adelantan una encomiable labor de trujillanismo y trujillanidad.

Con Segundo Barroeta me unen fuertes lazos que se remontan al momento en que tuve uso de razón. Fue el médico de cabecera de mi casa y, en particular, del Doctor Fabricio, mi Papá, un personaje muy particular pues era médico, pero decía que su longevidad se debía a que le tenía mucho miedo a los médicos. No a todos. Ni a Segundo ni a Adalberto Anzola… ya saben pues porque me llamo así.

¡Llamen a Segundito...! se oía en la casa cuando una fiebre o quebranto aparecía. Al ratico llegaba, recetaba, tranquilizaba, se iba y todo el mundo contento. Lo de Segundito es porque así se le llama en su seno íntimo y familiar porque Don Segundo era su papá y yo crecí pues, llamándolo así… Segundito. Con el tiempo se mudó, junto con todos los Barroeta Azuaje, mi abuela, mis tíos, Don Victoriano, quienes eran sus primos y su tío. Se mudó, repito, a Barquisimeto donde por más de medio siglo ha sido el Doctor Segundo Barroeta, notable dermatólogo. ¡Allá mandaba mi papá a quien se le acercaba en procura de orientación médica… vaya donde Segundito que se fue para Barquisimeto… vaya allá y él lo va a curar!!

Pero siempre regresaba a su San Jacinto, y daba su vuelta por las casas de su gente. Nunca sentimos que se había desvinculado. Siempre estuvo ahí. Pendiente y atento. Mientras tanto yo crecía y de la infancia pasé a la adolescencia y al Cristóbal Mendoza. Y llegó el momento en que también me tocó partir. Eso fue el 1 de agosto de 1963. Y Segundito, que había estado en la fiesta rumbosa que dimos los bachilleres en el Country Club, me preguntó “¿qué vais a hacer vos?” Bueno, le respondí, mañana me voy pa’ Caracas a estudiar Ingeniería… “Ahh,” añadió. “Si querés, venite conmigo hasta Barquisimeto que yo te mando desde allá pa’ Caracas…” Al día siguiente, muy temprano, me recogió en mi casa y salimos para Barquisimeto. Fueron 3 horas en donde Segundito habló y yo escuché. Prácticamente me dibujó la vida que me esperaba y las penurias y flaquezas que podían derrumbarme si no estaba preparado física y mentalmente. “Tu primera prueba la tendrás la semana próxima cuando tengás que lavar tu ropa sucia… si no resolvés eso, te veré derrotado en el arranque y te regresarás corriendo donde Vitalocia...” Afortunadamente superé ese obstáculo y todos los que me fue señalando y advirtiendo en esas 3 horas que pasé junto a Segundito.

El tema es que cuando llegamos al puente de la Plazuela, justo al pasarlo, frenó en seco, orilló el carro y me dijo en tono imperativo “BAJATE…”. Yo me quedé tieso, no sabía qué hacer, casi entro en pánico. Insistió “bajate” (es bajate y no bájate) … así lo hice y entonces me mandó a que brincara… “Saltá, brincá…” lo hice y ya me estaba engorilando cuando me dijo “eso es que pa que te sacudais y dejés el pendejo aquí mismo… desde hoy tu vida cambia”

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