Ing° Antonio Barrera B
En este relato, nuestro condiscípulo Antonio Barrera nos narra sus peripecias como agricultor.
Tecniagro compró la que llamamos la “Parcela El Mosquito” por muy poco dinero a un campesino llamado Carlos Rojas. La parcela carecía de vías, no tenía agua ni servicio de luz sino en la vivienda rural, que era la única infraestructura. Cuando la vendí, además de estar totalmente fundada con frutales, tenía un pozo profundo equipado con una bomba sumergible de 7,5 HP, un kiosco con una piscina de 50.000 l que se alimentaba del pozo, un galpón de 20 x 10 m, una carretera de acceso, un puente hecho con tubos de alcantarilla, una vivienda cómoda con un tanque de agua elevado de 3000 l y servicio eléctrico Una cerca perimetral de 6 pelos de alambre de púas y limoncillo y una frontal de Alfajol.
Estaba ubicada a menos de 20 minutos de San Felipe, sobre la carretera Panamericana, dentro del Asentamiento Campesino El Mosquito. Colindaba por el lado opuesto a esa carretera, con el río Yaracuy. Sus suelos son muy fértiles por haber sido bañados por el rio Yaracuy, de textura franco arenosa y profundos, en la mayor parte de su extensión. Medía exactamente 500 x 100 m (o 5 Ha). Al principio, tenía algunas plantas de plátano y aguacates en plena producción. Ya que en ese entonces la empresa tenía muchas actividades y poco personal directivo (mi socio principal estaba trabajando como gerente de BANDAGRO en la sucursal de San Felipe), durante algún tiempo estuvo casi ociosa.
Seguí trabajando los plátanos y traje material de propagación de Maracay, resistente a algunas enfermedades. Se instaló un sistema de riego y se implementó un plan de abonamiento y fertilización que incluía la incorporación del vástago de los puyones desechados y las plantas cosechadas, al suelo, con la ayuda de un “rotavator”, implemento para el tractor que lo trituraba todo y lo enterraba. La cosecha permitió ingresos que se emplearon casi totalmente en el desarrollo de la finca. La venta se hacía detallada y al mayor. Cuando se ofrecía detallado, el plátano se vendía rápidamente, pero también ayudaron a un muchacho (hoy un hombre que ronda los 50) que trabajaba en mi ferretería, a costear sus estudios en el IUTY. Ese trabajador es hoy un próspero empresario y posee varias compañías. La calidad del plátano era especial. Tanto así que en una oportunidad llegó a la parcela un colega proveniente de la Universidad del Zulia, para cerciorarse personalmente del tamaño y del aspecto de los frutos, quedando impresionado con el tamaño y calidad de los frutos que vio.
Al tiempo, mi socio me reclamó que por qué no había sembrado la parte que no estaba cultivada y me di cuenta que no podía seguir así. Así que decidí sembrar más aguacates que se daban muy bien en la parte más próxima al río. También sembré plátanos que encontraron allí las condiciones perfectas para prosperar. Por otra parte, la siembra de aguacates, en el tercio medio de la parcela, fue un total fracaso, pues a poca profundidad del suelo, en esa parte de la parcela, había un estrato arcilloso muy poco permeable que impedía el buen drenaje y limitaba el crecimiento normal de la raíz pivotante que es propia de ese frutal.
La parte que sembré con aguacates Lula, Choquette, Waldin, Pollock, Winlonson y Catalina cerca de los que antes existían progresaron muy bien. La selección de las variedades mencionadas tuvo que ver con la dicogamia que presenta el aguacate para su debida polinización. El resto fue un fracaso.
A los dos a tres años, vi con tristeza, que cuando mis aguacates debían estar por producir sus primeros frutos, las hojas de las ramas superiores se habían marchitado. Estas hojas luego se caían y la planta entonces dejaba de crecer y moría. Fue una costosa y dura lección que aprendí del propietario anterior, quien sin ser técnico, tenía una importante experiencia, de la cual yo carecía. A partir de entonces aprendí a respetar más a los productores y a practicar un poco la humildad, ante la experiencia práctica de los demás. Leer artículo completo
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